Para muchos es una suerte de dios; para otros, el retoño del Diablo: Jim Morrison, la cabeza visible de una banda excepcional, The Doors. Vivió al límite, en una anárquica carrera hacia la autodestrucción puntuada por escándalos y arrebatos de ira y de pasión que lo abismó en un mundo de sexo, alcohol y drogas.
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