El viejo Castilla (Federico Luppi) está absolutamente convencido de saber lo que debe hacerse en cada ocasión donde intervienen la ética y los principios.
Un hombre chapado a la antigua, podrán decir algunos. Un perfecto caballero, dicen las mujeres que trabajan con él. Un auténtico pelotudo, dicen sus compañeros de trabajo.
Un día Castilla se da cuenta de que tiene el número 48 de la antigua revista Tertulias, justo el que le falta a su nuevo jefe Silva (Pablo Echarri) para completar una colección que mantiene como hobbie. Silva es un yuppie que ha modificado íntegramente la imagen de la empresa donde Castilla ha trabajado desde siempre, cosa que le ha causado mucha molestia.
Castilla, dando una de sus notables lecciones de moral, esta vez a su jefe, se niega a venderle este número de la revista frente a toda la plana mayor de la empresa “porque no todo se puede comprar”.
A Silva por supuesto no le cae nada en gracias este desaire de un subalterno. Por lo tanto se propone demostrar a todos, sin echarlo, que logrará obtener la revista y quebrar la voluntad del viejo Castilla. A partir de ahí comenzará su calvario. Silva logrará enfrentarlo con su mujer Sarita (Norma Aleandro) y hasta con su hijo Rolito, al ofrecerle una cifra desmesurada por la revista.
Castilla comienza a verse tentado a venderla, pero presa de la falsa admiración de sus compañeros, de sus palabras y de sus actos, no puede dar marcha atrás. Todo lo lleva a un callejón sin salida: la renuncia y la humillación de sus principios frente a los demás, contradiciendo toda su perorata de ética y moral para poder dar a su familia la posibilidad de un bienestar recuperando su afecto…
O mantenerse inmaculado a las tentaciones y presiones, sosteniendo la admiración que muchos le tienen junto con todo lo que ha dicho y creído siempre, no doblegándose frente al poder del dinero, aunque privando a su familia de un buen pasar.
Todo al final será una cuestión de principios.
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